por hacerte bonita y coqueta,
por esa dulce mirada que nubla el alma y estremece el corazón.
La culpa fue de tus rizos peleando con el levante,
queriendo despeinarte
mientras yo me pregunto cómo se puede tener tanto arte,
con esa gracia al caminar que parece que vas bailando.
La culpa fue de una noche de verano,
sentados a la orilla de una playa vacía,
donde la brisa del mar te arranca un suspiro
y las penas se olvidan.
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